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Dar un cuerpo a la Tierra

Texto de presentación de la obra

 

Por Luis Antonio Torres Villar.

​En un paisaje donde excavadoras y lampas, cuáles instrumentos quirúrgicos transforman la superficie de la ciudad, el agua insumo vital, antiguo escultor del paisaje se presenta como un ser vivo. Modificando la materia e irrigando consanguíneas redes de producción, prácticas donde las herencias culturales resisten, evocando los últimos rezagos de un mundo ancestral ahora diluyéndose en el tiempo. En este contexto, cómo si la pandemia fuese una tregua para este incesante cambio en la dermis del paisaje, la obra “Darle un cuerpo a la tierra” detiene el tiempo para observar la transformación del barro en contenedores, pachas o cochas contemporáneas que se sirven del fuego para existir eternamente y reclamarle a la modernidad su tiempo detenido, el ojo hace una taxonomía del drama, registra las adaptaciones de las formas,  observa como el agua y el aire participan uno del otro a nivel molecular para existir. Ambos dan vida y cambian de estados, son maleables como la arcilla y como el paisaje que sirve de fondo para mostrarnos las relaciones del hombre y el retorno a ese rito.  La imposibilidad de regresar a ese estadio, es el drama del nuevo paisaje.

Dar un curerpo

La historia

El barro para adobes usado desde la época prehispánica se transforma ahora en ladrillos y
macetas por acción de los hornos artesanales, la cerámica, un oficio propio de la zona que
se resignifica de la mano de la expansión urbana.

Proyecto finalista en la XXIV edición del concurso Pasaporte para un artista
Alianza Francesa de Lima.

Ancla 1
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